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Mamá FullTime. DC PaRtTime (Y viceversa). --- LiBriAna. --- AmO a mi FaMiLia, Mi PeRRo, el CaFé y la FoToGRaFía. --- Uso dOs PaRes de GaFas a La veZ y Me DaN cLauStroFobia Los AscEnSoRes. --- Odio eL PeScAdo. ADoRo eL SuSHi. --- PeRRO de MeTaL. --- Hija MaDre Sin SaBeR NunCa CuAl es CuAl!

sábado, 19 de febrero de 2011

El diluvio (Cadáver exquisito)

Llovía torrencialmente. Las calles de tierra iban desapareciendo a medida que el agua las inundaba. Todo el pueblo se había ocultado dentro de sus casas. El aullido de los lobos a escasos cincuentra metros, fue lo que explicó el vuelo de las aves dejando los nidos vacíos.
El terror al ver las fieras acercarse a él, lo hizo orinarse encima. Se inclinó tratando de agarrar el farol que estaba al costado del auto, pero no lo pudo alcanzar.
Entonces se movió lentamente para tomar un leño con sus manos y cuando se disponía a defenderse de los lobos, se oyó un disparo que venía de arriba.
El estruendo asustó a la gente que por allí circulaba. Se despertó un silencio inmediato. Los transeúntes miraron todos en una misma dirección. El cielo. Pero ya era tarde. Una sombra se alejó por aquella ventana y apagó la luz. Nunca más se supo de ella. Solo quedaba el rumor de su falsa muerte, simulada para que todos podamos dormir esta noche.

martes, 8 de febrero de 2011

Latente.

Ambos ausentes ahora bebemos. Brillamos. Buscamos caminos.
Cuantos cuentos chinos desperdiciados, dormidos, dolientes.
Es época extenuante. Fallidamente feliz.
Fracasos gratificantes germinan heladas horas histéricas.
Insinuar? Inoportuno.
Idealizar? Jodidamente jodido.
Jamás.
Karma leve. Liviano. Latente.
Llovizna.
Mi mundo misterioso.
Nuestro nuevo nido.
Ñatito: Oso obedecerte o pegar portazos paupérrimos?
Quién quiere querer razones?
Respuesta rápida. Solución sincera.
Silencio.
Tambaleo tramando tramas.
Uniones únicas.
Una vez vimos vida.
Whiskeamos. Xylofoneamos y yacimos yuxtapuestos.
ZZZ.

lunes, 7 de febrero de 2011

La Alacena (Cadáver exquisito)

Cuando estábamos llegando al bar fingí que me había descompuesto, armé con premeditación una escena para poder alejarme de esas calles. Mariano no dijo mucho, pensó que volvería luego de dar una vuelta a la manzana, pero no lo hice. Había reconocido más de un auto y deduje que me habían preparado una fiesta sorpresa. Y yo las odio. No las sorpresas sino las fiestas. Siempre creí que eran la fantasía optimista de una clase social que no se define por la plata. Me tome el 152 y apagué mi celular. Reconozco que no sentí culpa sino calma.
La llegada al departamento me pareció eterna.
De pronto me sentí sola, me di cuenta que había actuado muy impulsivamente; me saque el abrigo, fui hasta la cocina, tomé un vaso, me serví un whisky y comencé a relajarme.
Sentí el ruido de la llave en la puerta; sería Mariano? Vendría solo?
Sí, por suerte estaba solo, pero el gesto duro que ví en su rostro me sorprendió y me asustó.
Parecía desencajado, comenzó a decirme que “ Había hecho el papel de pelotudo con los amigos “ que nos esperaban.
Quise contestarle pero me empujó y de un portazo se encerró en el cuarto.
Intente abrir la puerta, pero la cerró desde adentro. Lo llamé y nada. Grité… y nada. Llegué a suplicarle que abriera. Pero él ni siquiera decía una palabra. Era como si aquel portazo se hubiera llevado no solo a Mariano, sino a todo lo que estuviera detrás de esa puerta.
Volví al living por otro wisky, me arrojé sobre el sillón e intenté reconsiderar si realmente estaba deseando que fuera cierto el hecho de que desaparecer fuera tan fácil como dar un portazo y quedar flotando en el lugar mas lejano posible.
Pasaron los justos minutos que tardan en descongelarse unos hielos y jamás escuché a Mariano. Con ciertos nervios saqué un par de cubitos más del congelador y volví a llenar mi vaso. Tomé coraje. Me envolvió una suerte de extraña fuerza que me llevó a tratar de tirar la puerta abajo. Reboté violentamente contra ella. Me repuse y luego probé de abrirla por la manija. Gran sorpresa tuve al lograrlo, pero más aun al ver que detrás de la puerta solo había una repleta alacena.

Desamores.

Auyento amores antiguos,
buscando bastardos baratos.
Camino cientos chamuyos de desamores esquizofrénicos.
Efímeros.
Fatalidades fugitivas girando gustosas habrientas heridas histéricas.
Inquietudes innecesarias jurando jamás jalar kimonos longevos.
Los llantos llueven mórbidos.
Mastican mentiras nadando novatas ñoñeces.
Osan oir prehistóricos parlamentos.
Prestadas quimeras queriendo revertir ruinas.
Riendo solitarias sin sentido.
Tomando tiempos tardíos.
Utópicos.
Universales.
Un vaso vacío volcando whisky. Xylocaina yankee.
Y Zeppelin…zamarreándome.

¿Y yo? Yo me fuí con ella.

Había una vez, en un país tan lejano del que nadie conocía su existencia, una familia formada por tres mujeres: “La Abuela, La Madre y La Hija”. Pertenecían a una colectividad de féminas que se extendía por los lugares mas recónditos del planeta. Se las conocía como las “Caperuzas Bermellón”.
Siempre creí que por sus cabellos rojizos, pero en verdad era por sus atuendos. Capas rojas con capuchas que cubrían – a veces - sus cabezas. Decían que era un código que solo ellas manejaban. De esta manera podían engañar sin ton ni son, a cualquiera subiendo o bajando sus capuchas mientras jugaban con el imaginario popular.
La hija ya rondaba los 16, edad en la que Las Caperuzas debían iniciarse en el histórico y desafortunado negocio familiar. Digo desafortunado, porque si bien eran muy buenas en el arte del engaño, siempre, pero siempre algo salía mal. Y esta vez no debía ser la excepción.

- Tomarás tu mochila, tu bicicleta y atravesarás el pueblo sin detenerte jamás. No llevarás puesta la capucha, ya sabes porque - dijo la madre a la joven.

- Al final del camino verás un edificio colonial de unos tres pisos con una inscripción en la puerta que dice: “El Bosque”. Una vez dentro te cubrirás la cabeza y subirás. ¿Ascensor? Nunca. Sin dudarlo deberás utilizar la escalera.-

- Ufa - replicó la hija -¿Por que no debería tomar el ascensor luego de tanto pedalear?-

- Porque eres muy joven aún como para diferenciar lo correcto de lo incorrecto –
dijo “La Madre” -simplemente sube por la escalera, golpea la gran puerta de madera y anúnciate como “La Hija”.-
- “La Abuela” te recibirá de brazos abiertos, le entregarás la mochila, le darás un beso y te irás por donde viniste.-
- Ella así sabrá que en verdad eras tu y no ha sido timada. -Si olvidas alguno de los pasos, podrías lamentar el error el resto de tu vida -


Sin más preguntas y siguiendo los pasos sugeridos por su madre, emprendió el viaje. Era una hermosa tarde de otoño. El viento soplaba levemente haciendo que algunas nubes opacaran al sol. Luego de una hora de pedalear atravesando el pueblo, comenzaron a caer algunas gotas que para el final del camino ya se habían convertido en espesa lluvia. La joven a mitad del viaje quiso proteger su cabello del agua y se colocó la capucha desobedeciendo las órdenes recibidas. Sin que ella lo notara, un vehículo negro cual auto fúnebre, comenzó sigilosamente a seguirla.Y claro está, la tracción a sangre es mucho más lenta que la trasera, por lo tanto ella llegó al edificio dejándole al auto media hora de ventaja.
Detuvo su bicicleta cerca de “El Bosque” y corrió hasta el interior del edificio, intentando escapar de la lluvia, aunque ya estaba empapada. Una vez dentro, se descubrió la cabeza frente a un espejo y se miró queriendo remediar su aspecto. En el reflejo apareció la figura de alguien más. Un apuesto jóven quien dada su amabilidad le dijo: -No te preocupes tanto, te ves fantástica, el agua que corre por tu rostro lo hace aún mucho más bello de lo que ya es.- Ella sonrió y rápidamente recordó los consejos de su madre.
- No hables con nadie y ponte la capucha para subir por la escalera.-
Se cubrió nuevamente e intentó deshacerse con una sonrisa del joven, pero éste la detuvo.

- Existiendo el ascensor, ¿por que subirías por la escalera con lo cansada que pareces estar?. Mira ya llegó, ¿subes conmigo?-

Ella sabía que no debía hacerlo, pero era tan apuesto y ella tan joven que no logró resistirse. -¿ Que mas da?- pensó - Solo son tres pisos, nada demasiado grave podría ocurrir- y subió con él.

Una vez en el tercero, encontró la gran puerta de madera y golpeó.
- ¿Quién es? - se oyó desde adentro.
-La Hija- respondió una voz suave y abrió.

Es difícil decir lo que pasó después, ni siquiera yo lo se bien. El miedo me paralizó, pero intentaré unir las imágenes que están sueltas en mi mente y reconstruirlo.

“La Abuela”, presidenta de las “Caperuzas Bermellón”, tomó de la mochila una pequeña botella que contenía cierto licor. Lo bebió mientras su nieta se retiraba y antes que ésta cerrara la puerta tras de sí, cayó muerta al piso haciendo terrible estruendo.
“Caperucita”, así llamaban a “La Hija” giró sobre sí misma para ver lo ocurrido, y ante mi asombro descubrí que bajo la capucha bermellón se encontraba nada mas y nada menos que un apuesto joven reemplazando a la muchacha. Estaba tan apurado y nervioso que no pudo, por suerte, descubrir mi presencia. Alzó a la anciana y la llevó en brazos corriendo por la escalera hasta el vehículo que se hallaba estacionado en la puerta.
Definitivamente era un coche fúnebre.
Me repuse rápidamente de mi espanto y corrí hasta el ascensor, donde hallé a “La Hija” sumergida en un profundo sueño y sin su capa. -“Es la maldición de Las Caperuzas”- pensé. Pero ante mi asombro, cuando logré despertar a la menor y llegar con ella a planta baja, pude ver que dentro del vehículo, se hallaba sonriendo y regocijada en su propia maldad, “La Madre”.
El plan por primera vez, había salido perfecto. Ahora ella tomaría el lugar de mando dentro de este enjambre de fieras femeninas, habiendo engañado por igual a las otras dos mujeres.

Y así fue que Caperucita aturdida y asustada de haber sido víctima de tan espeluznante familia, se alejó de ese país tan lejano del que nadie conocía su existencia, para siempre.

¿Y yo?
Yo me fuí con ella.

Al Agua!

Soy taaan libriana a veces, que desde el día que decidí empezar este blog, pasaron como 4 meses. Que el diseño no me gusta, que el nombre no me sale, que lo uso solo para ficción o mezclo realidad?, que las pestañas de mi abuela...!

BASTA!! Hoy me obligué a empezarlo como sea y que el tiempo lo transforme en su propia escencia (supongo que tan libriana como la mía).

Ahí voy... 3, 2, 1..Cero!!!

SpLaSh! Bienvenidos!