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lunes, 7 de febrero de 2011

La Alacena (Cadáver exquisito)

Cuando estábamos llegando al bar fingí que me había descompuesto, armé con premeditación una escena para poder alejarme de esas calles. Mariano no dijo mucho, pensó que volvería luego de dar una vuelta a la manzana, pero no lo hice. Había reconocido más de un auto y deduje que me habían preparado una fiesta sorpresa. Y yo las odio. No las sorpresas sino las fiestas. Siempre creí que eran la fantasía optimista de una clase social que no se define por la plata. Me tome el 152 y apagué mi celular. Reconozco que no sentí culpa sino calma.
La llegada al departamento me pareció eterna.
De pronto me sentí sola, me di cuenta que había actuado muy impulsivamente; me saque el abrigo, fui hasta la cocina, tomé un vaso, me serví un whisky y comencé a relajarme.
Sentí el ruido de la llave en la puerta; sería Mariano? Vendría solo?
Sí, por suerte estaba solo, pero el gesto duro que ví en su rostro me sorprendió y me asustó.
Parecía desencajado, comenzó a decirme que “ Había hecho el papel de pelotudo con los amigos “ que nos esperaban.
Quise contestarle pero me empujó y de un portazo se encerró en el cuarto.
Intente abrir la puerta, pero la cerró desde adentro. Lo llamé y nada. Grité… y nada. Llegué a suplicarle que abriera. Pero él ni siquiera decía una palabra. Era como si aquel portazo se hubiera llevado no solo a Mariano, sino a todo lo que estuviera detrás de esa puerta.
Volví al living por otro wisky, me arrojé sobre el sillón e intenté reconsiderar si realmente estaba deseando que fuera cierto el hecho de que desaparecer fuera tan fácil como dar un portazo y quedar flotando en el lugar mas lejano posible.
Pasaron los justos minutos que tardan en descongelarse unos hielos y jamás escuché a Mariano. Con ciertos nervios saqué un par de cubitos más del congelador y volví a llenar mi vaso. Tomé coraje. Me envolvió una suerte de extraña fuerza que me llevó a tratar de tirar la puerta abajo. Reboté violentamente contra ella. Me repuse y luego probé de abrirla por la manija. Gran sorpresa tuve al lograrlo, pero más aun al ver que detrás de la puerta solo había una repleta alacena.

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