Llovía torrencialmente. Las calles de tierra iban desapareciendo a medida que el agua las inundaba. Todo el pueblo se había ocultado dentro de sus casas. El aullido de los lobos a escasos cincuentra metros, fue lo que explicó el vuelo de las aves dejando los nidos vacíos.
El terror al ver las fieras acercarse a él, lo hizo orinarse encima. Se inclinó tratando de agarrar el farol que estaba al costado del auto, pero no lo pudo alcanzar.
Entonces se movió lentamente para tomar un leño con sus manos y cuando se disponía a defenderse de los lobos, se oyó un disparo que venía de arriba.
El estruendo asustó a la gente que por allí circulaba. Se despertó un silencio inmediato. Los transeúntes miraron todos en una misma dirección. El cielo. Pero ya era tarde. Una sombra se alejó por aquella ventana y apagó la luz. Nunca más se supo de ella. Solo quedaba el rumor de su falsa muerte, simulada para que todos podamos dormir esta noche.
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